Empezamos una sección, de duración indeterminada, en la que vamos a intentar describir a los especímenes más selectos que pueblan la fauna de ese hábitat tan particular que es la oficina. Obviamente nos vamos a guiar por los que se han cruzado (y se cruzan) en nuestro camino, pero imagino que las especies que van a ir apareciendo aquí serán fácilmente reconocibles por cualquiera de vosotros.
Por cierto, si mientras leéis esta sección tarareáis la musiquilla del El Hombre y La Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente… mucho mejor :D. Os dejo una ayudita.
Y dicho esto… vamos allá.
El primero de nuestros especímenes es el conocido como El Señor de los Dineros o también, en algunas regiones, El Señor de las Pesetas.
El hábitat en el que mejor se desenvuelve son las hojas Excel llenas de colorines y con botones que, al pulsarlos, actualizan campos utilizando fórmulas que los comunes de los mortales no llegaremos a comprender. Estas hojas mágicas tienen la facultad de controlar lo que se tiene que tardar en hacer las cosas y por supuesto lo que se está ganado (aunque, según él, generalmente será siempre perdiendo). Además, estas hojas tienen la peligrosa habilidad de avisar inmediatamente, mediante un color alarmantemente llamativo, de cuando algo no se ajusta a los parámetros previamente preestablecidos. Cosa que pasa con más frecuencia de las que os podéis llegar a imaginar.
Es muy importante aclarar que para ellos, sus papeles (ya sean hojas Excel, documentos Word, folios escritos a mano, Post-Its o servilletas guarreadas) son sus tótems particulares, los pilares que rigen todo su universo. Así que si algo no aparece en una de sus hojas es que no existe… y, por favor, bajo ningún concepto intentéis explicarles que hay un más allá de sus notas. Sólo conseguirías confundirlos.
Ninguno de los expertos consultados se ponen de acuerdo en el origen de su comportamiento. Sin embrago la teoría más aceptada es que nacen como cualquiera de nosotros pero, cuando apenas cuentan con unas horas de vida, son raptados por un grupo de siniestras y malvadas urracas que les llevan a vivir a unas huchas gigantes, llenas de monedas de uno y dos céntimos (sí, de esas que nadie quiere)... lo que cambiará su vida para siempre.
Los pilares de su idioma son las palabras ‘Rentabilidad’, ‘Productividad’ y ‘Producción’. Pronuncia, así de forma casual, cualquiera de ellas y verás como consigues atraer su atención de forma inmediata. De la misma manera, si queréis provocar una reacción inesperada podéis usar los términos ‘Retraso’, ‘No llegamos’ o ‘Hace falta más gente’. Desde aquí os recomendamos que jamás, bajo ninguna circunstancia, hagáis uso de esos reclamos si no os encontráis adecuadamente protegidos. Las consecuencias podrían llegar a ser imprevisibles.
Como cualquier criatura, Los Señores de los Dineros también se reunen en manadas de vez en cuando. Pero sólo si las condiciones lo permiten podréis presenciar este acontecimiento tan peculiar. Ver interactuar a un grupo de estos ejemplares puede llegar a ser algo único. El ritual funciona prácticamente siempre de la misma forma. Tras unos primeros momentos de acercamiento, todos sacaran sus hojas y, después de compararlas, hincharán orgullosos el pecho aquellos que puedan presumir de falta de colorines alarmantes mientras que los otros, sumisos y avergonzados, aguantarán las críticas de los vencedores. Eso sí amigos, independientemente de quienes ganen en esa batalla de orgullo... el que siempre perderá de manera inevitable será el currante.
Una vez aclaradas las características más importantes de esta especie, lo único que queda por decir es que si tenéis que convivir con un ejemplar de este tipo muy a menudo... lo mejor es intentar llevarse con el lo mejor posible él ya que eso nos asegurará una mejor calidad de vida... o por lo menos no peor.
Y por último decir, que si os sentís identificados con esta descripción... no os preocupéis. Todo somos animalicos del señor. Aunque unos gusten más que otros.